Niña,
ojos de espejo,
en
silencio me sonríes
desde
tu encierro,
pero,
ea ahí, tu perro
acido
can guerrero,
guardián
y fiero,
vigila
el umbral
inquieto.
Inquieto.
matando
a mis mensajeros,
es
la tormenta de ellos.
Pero
tú me gustas, nena,
es
tu colibrí de sueños
que
en tu cárcel de arena
él
se apena y yo me apeno,
y
tu lobezno me ladra
por
si acaso no te quiero.
Un
gran perro dragón
de
colmillos de acero
que
no duda en morder
si
me acerco primero.
Yo
le arrojo galletas
con
sabor a luceros
pero
nunca se rinde
el
maligno can viejo.
¿y
que pasa princesa
si
de pronto te quiero?
¿o
si no estoy seguro
pero
quiero saberlo?
¿si
es más que palabras?
¿si
es más que deseo?
Yo
también tengo uno
con
zarpas de mucho celo,
que
olfatea el menosprecio
y
el dolor desde lo lejos.
Pero
le enseñé a sentarse,
a
nunca atacar primero,
a
estarse quieto y echado
si
encuentro ojos de espejo.
de
tu castillo siniestro,
ven,
sal a jugar conmigo,
reguemos
luz al invierno,
en
mi mano hay un amigo
para
vencer los imperios,
en
nuestra boca un camino,
un
manantial, un rocío,
para
vencer al desierto.
Soplemos
la soledad
y
que se la lleve el viento.
Atrapemos
de verdad
un
día bendito del tiempo.
Si
no te animas, mujer,
a
dar valor al momento,
si
solo dejas que el guardia
devore
todo el contexto
lo
más que veremos, niña,
en
vez de un rio de juegos,
por
mucho que yo te insista,
será
una pelea de perros.