Pequeña
ratona, has hecho
que
mi memoria se estacione en el tiempo;
tus
mejillas de nube se han vuelto incisas,
las
olas se suceden adelante unas a otras,
y
retraen sus minutos a la vez indecisas,
en
un baile incesante e irracional.
Yo
qué culpa tengo…
Solo
te vi, llevaba discreto y desnudo el pecho
cuando
me partió en dos el rayo invisible,
algo
gritó en la escena hueca del silencio.
Se
quebró mi siniestra tristeza tangible
y
alzaste una torre de marfil y cristal.
Ratona
pequeña, con derecho
lograste
refugio en el pensamiento
¿Tú
qué culpa tienes? ¿Mis ojos son libres?
Tus
lunares cantaron la canción que siento,
rallado
me dejas el corazón de jengibre
mezclado
en la miel de la prisa de un beso.
Ratona
mágica del secreto:
la
fina y tímida hebra de un cuento
se
ha estirado para ser historia incierta.
Quién
sabe si mañana busquen la caricia
en
sed concreta nuestras almas desiertas,
y
tengas al final tu luna de queso.
Ratona,
presa mía del bosque,
tu
espíritu escapa libremente al monte,
atascado
y alerta queda el deseo en las colinas.
Vigila
los tiempos porque algún día
serás
el manjar de mi pasión felina.
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